Redefiniendo la smart city: de la ciudad inteligente a las inteligencias de ciudad

El clúster de la industria de las ciudades inteligentes, Smart City Cluster, celebra su primera década de actividad, una década tan plagada de avances y logros como de sorpresas y desafíos para todos. A lo largo de estos diez años, nuestra asociación ha ido congregado talento innovador de todo el país hasta llegar a expandir su radio de acción más allá de nuestras fronteras, enarbolando la bandera de la innovación urbana.

 

16 de julio de 2024

A primera vista, se podría decir que el concepto de smart city se ha consolidado con éxito. Sin embargo, desde hace un tiempo venimos observando ciertos signos de agotamiento en el significado de la expresión smart city. Son varias las voces que han cuestionado su vigencia o utilidad desde distintos ámbitos, porque no la entienden. Sería hasta cierto punto irresponsable si, como representantes de esta industria, no nos obligáramos a reconsiderar qué queremos decir cuando hablamos de ciudad inteligente en 2024, y de hoy en adelante.

Lo más importante que le ha sucedido a la industria de la smart city no son los avances tecnológicos impresionantes que hemos visto en la última década. No es la inteligencia artificial generativa, ni el big data, ni los gemelos digitales, ni el internet de las cosas. No, el verdadero impacto radica en cómo estas tecnologías nos han obligado a replantear nuestra relación con el entorno urbano y el territorio. Son las propias ciudades y territorios las que han ido incorporando al concepto smart su experiencia de transformación y digitalización a lo largo de estos diez años pasados.

Es a ellos a quienes debemos, en primer lugar, la ampliación del concepto smart city al territorio, tal y como quedó acuñado por la norma en 2022, haciendo posible que regiones como Castilla-La Mancha (la primera de las españolas) pudieran establecer objetivos concretos de transformación aun sin poseer núcleos altamente poblados en su interior. Como ya ha sido más que argumentado desde entonces, ciudades y territorio son términos indisociables, máxime si hablamos de una inteligencia que no se debería considerar como tal si no se entiende como sostenible, es decir, equilibrada. Sin el territorio, las ciudades son islas.

Es un matiz importante también a diferentes escalas. Aunque parezca una obviedad, es necesario recordar que las ciudades son un reflejo de nuestra sociedad. En el interior de las propias ciudades, cualquier desequilibrio debe ser considerado bien como síntoma o bien como origen de problemas que requieren aplicar criterios y soluciones inteligentes. De ahí que el propio camino hacia la ciudad inteligente nunca termine; la ciudad inteligente siempre está en proceso. Y esto nos lleva a considerar hasta cierto punto tramposa la pretensión de calificar a unas ciudades como inteligentes y otras no.

Cada ciudad es siempre inteligente a su manera, en la medida de sus recursos y capacidades en un momento dado, sin comparaciones ni rankings. No hay un test que las ciudades deban aprobar para obtener algo parecido a un diploma o mostrar los resultados de su IQ. Nuestras ciudades, algunas milenarias, no dejan de moverse, adaptándose y readaptándose también en la era digital.

Precisamente, la digitalización se ha convertido en una de las responsables del cambio más significativo operado en nuestras ciudades, el de su rol en relación con la atracción del talento.

El nuevo mercado de las ciudades. De la demanda a la oferta.

Históricamente, las ciudades poderosas atraían talento. Florencia, Roma, Madrid, París, Londres, Nueva York… Cada una en su época se erigía como gran imán de talento por su hegemonía política y económica. Otras de menor dimensión jugaban la baza de su singularidad; ya fuera el espíritu de libertad en Ibiza o de la contracultura en Berlín.

Con la llegada de la revolución digital y el impacto causado por factores como la globalización, la deslocalización, el teletrabajo y los nuevos modelos de relaciones sociales, las reglas de ese juego de seducción territorial han cambiado, tal vez para siempre. En esta última década se ha roto el mito de que el talento deba residir allá donde esté su lugar de trabajo, y ha irrumpido un fenómeno inédito, el de las ciudades influencer.

A diferencia de lo que sucedía hasta entonces, las ciudades y los territorios han aprendido, a semejanza de las redes sociales, a jugar sus cartas de oportunidad y atractivo sin necesidad de reinventarse completamente. Los administradores de estas ciudades han comprendido que pueden atraer talento para crecer, en lugar de crecer para atraer talento. Así, de jugar un rol clásico de demanda de las soluciones que la industria pudiera aportar para su desarrollo, las ciudades han dado el paso de convertirse en oferta dentro de un nuevo mercado, el de la atracción de talento.

En este nuevo mercado, las ciudades ponen en el escaparate alicientes y beneficios para ser las elegidas por ese talento móvil, abierto a desplazarse según las condiciones. Afloran, así, oportunidades únicas para generar cambios enormes a nivel regional, nacional o global. Como en el draft de la NBA, donde los equipos pequeños pueden conseguir los mejores jugadores jóvenes y pasar de sufrir en cada partido a pelear por el anillo del campeonato, nuestras ciudades pueden aspirar a grandes transformaciones.

Este cambio de rol tiene una consecuencia inmediata en todo el ecosistema. Desde el momento en el que un jugador clave cambia su posición, todos los demás deben reposicionarse para seguir en el juego. La industria smart ya no tiene como único objetivo el de competir para ofrecer sus mejores productos y servicios para quien los pueda adquirir. Ahora, además, debe hacer frente el desafío -y al privilegio- de escuchar y ayudar a los territorios a alcanzar sus objetivos para aumentar su competitividad.

En este nuevo rol de ofertantes, los territorios carecen de experiencia. Si todos compiten por atraer a un mismo tipo de talento, el resultado es el mismo que en cualquier otro mercado: la comoditización y la subsiguiente pérdida de valor añadido en su propuesta. Lo estamos viendo a diario: ciudades y regiones que se lanzan a atraer talento con promociones fiscales o inmobiliarias, con ventajas casi siempre de carácter económico. Pero en cualquier construcción de marca, y eso lo sabemos perfectamente en el mundo de la empresa privada, el cliente que viene por un descuento se irá por otro mayor. Ahí es donde se puede perder la oportunidad de fidelizar ese talento-semilla que solo puede hacerse sostenible si arraiga en su nuevo territorio, es decir, si cree que es ahí donde reside tanto su presente como su futuro.

Nuestra industria tiene mucho que ofrecer más allá de la eficiencia. Podemos contribuir a detectar, desarrollar y orientar la inteligencia que ya poseen las ciudades de la manera que más les beneficie. Pasar de hablar de la ciudad inteligente a las inteligencias de ciudad es comenzar a comprender que la tecnología no marca la diferencia por sí misma. Decir digitalizado en el siglo XXI es como decir electrificado en el XX.

Hay otras inteligencias que laten en cada territorio. Inteligencias artísticas, creativas, narrativas o relacionales, culturales o armonizadoras, inteligencias gestoras o disruptivas… Inteligencias que, a diferencia de los habituales silos basados en funcionalidades, se combinan de un modo único en cada territorio.

Es hora de que las empresas innovadoras cedamos la palabra al territorio y dediquemos más atención a lo que necesita que a contar nuestro catálogo de productos y servicios. Es hora de ofrecer ideas y soluciones innovadoras que no solo sean tecnológicas. Ingeniería, consultoría, diseño, comunicación, planificación, investigación, gestión… Todo converge para permitirnos crear oportunidades de futuro diferenciadas para cada territorio.

Preguntas que cambian la realidad.

Como entidades innovadoras, podemos ayudar a localizar, formar, atraer y retener el talento que cada ciudad necesita de manera única. Podemos descubrir nuevas métricas y encontrar mejores preguntas que cambien la realidad, permitiendo creer y crear el futuro de nuestras ciudades y pueblos.

La ciudad inteligente de las soluciones digitales ha hecho un grandísimo trabajo por facilitar la gestión eficiente de las ciudades, y lo seguirá haciendo siempre. Pero la tecnología está evolucionando para ir más allá de la corrección de los problemas pasados; para ir hacia la creación de las oportunidades futuras.

Eso es lo que las ciudades pueden ofrecer al talento, un espacio de creación de oportunidades. Es lo que todos los pioneros del territorio han buscado a lo largo de la historia: oportunidades para el trabajo, pero también -y sobre todo- para el desarrollo personal, familiar y social.

El nuevo relato de la ciudad inteligente es un relato que escribimos juntos, industria y territorio, abiertos a una transformación continua. Porque las ideas, como las ciudades, no tienen punto y final.

Conoce las ventajas de ser asociado

Smart City Cluster potencia la colaboración entre sus socios, favoreciendo la investigación, el desarrollo y la innovación en las diferentes soluciones y tecnologías orientadas al desarrollo de las ciudades inteligentes.

Smart City Cluster is an alliance of private companies and institutions that work for the development of smart cities.

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